No se en que día de la semana vivo.
No importa la hora en que me levanto. Puedo saber que día me espera siguiendo una regla no escrita, es sencillo: Mi estado de ánimo depende del orden que escojo al vestirme, de si me pongo los calcetines antes que los pantalones o viceversa al levantarme. Después, el devenir de las cosas vienen marcadas por el número de cervezas que la noche anterior pude haberme llegado a tomar.
Ya era tarde como para llegar a la única tienda de comestibles que habitaba en el pueblo junto con un negocio de Pompas fúnebres y un par de bares que abrían solo en verano. Salí caminando con la idea de continuar por la línea amarilla que el día anterior me había llevado desde la capital de provincia más cercana a desfallecer en este pueblo de carretera… Al principio pensé en recuperarme, pedir otra copa más, la última, hacerlo con la confianza que solo tienes en ese bar cercano a tu casa en él que aún te fían y que seguirán haciéndolo por motivos que no debes de explicar. Pero todo esa noche volvía a tener un cierto significado de contrasentido, de aventura misógina o incluso de cierto episodio de serie de reposición.
Había dejado de fumar la noche anterior pero no me vendría mal un cigarro.
- Un tinto de la tierra. ¿Tiene lumbre, jefe…?
Lleva delantal blanco, doble nudo y camisa remangada en la que se podía intuir uno de
esos tatuajes que no se hacen en estudios por doscientos Euros. Verde y desgastado como
los se consiguen cumpliendo penas en alguno de los centros penitenciarios más
inseguros de la provincia.
-Quédatelo-
El viento Sur calienta el mal humor de las gentes del norte.
No se muy bien los motivos por los que repito noche, tal vez por este inusual calor que me encerró en casa hasta bien entrada la tarde.
La noche anterior alguien me dijo que si había llegado hasta aquí era porque siempre es un buen motivo recalar en las tierras de tus antepasados. Tal vez como un animal de corral llegué a pensar que era un buen lugar para anestesiar dolores, para curar fatigas y para dar cierta rienda suelta a mi indigencia sexual. Ayer, al llegar hasta aquí sentí como todo se venía abajo, como me arrebata el pilar de mi castillo de naipes la chica que conocía en la escalera central del local de moda de la playa y que me llevaría al columpio extremo de su propia casa. Sabéis a lo que me refiero: A esa sensación tan permisiva de arrebato, de sacudida, de cierta pleitesía; rápido y sucio, de dentro a fuera, su propio reino...
Se hace tarde, debería marcharme. Volver a encender el teléfono, dar señales de vida…
Pero volviendo a él, al hombre de detrás de la barra…Ayer algunos incluso aseguraban que en los cierres más oscuros y tardíos de los meses de fuera de temporada lo han visto llorar.
Y pienso que a mí a veces no me vendría de más poder hacerlo: Llorar fuera de temporada y dejar de fantasear con la eterna, inconsciente y nostálgica idea de desaparecer…
Relato Inédito, agosto 2011
Te lo has currado, parece un texto bien (en horas) trabajado :). Esta bien, corto y sin palabras de más ^_^.
ResponderEliminarAmigo mío, gracias, pero esto nace en mis noches de insomnio y no en mis momentos de curro, otra cosa es que lo enlace a cualquier hora del día...
ResponderEliminarMe refería a que estaba bien trabajado, vamos, que le has dedicado tiempo, no a que lo hacías en el curro :), es que me explico a veces muy rebuscadamente :P.
ResponderEliminar